María Antonia Vergara: Un tributo al legado de una matrona yumbeña

MARÍA ANTONIA VERGARA

Desde el Museo San Sebastián de Yumbo extendemos nuestro mensaje de solidaridad para los familiares y allegados de María Antonia Vergara.

Su legado como matrona se mantendrá entre muchas generaciones y su historia será recordada con amor en nuestro museo.

Historía de María Antonia Vergara «La lucha por la vida tiene nombre propio» del libro Yumbo y sus Matronas del Museo San Sebastián.

La lucha por la vida tiene nombre propio: María Antonia Vergara

Nacida el 16 de noviembre de 1922, en el municipio de Yumbo, hija de Mariana Lenis y Jorge Vergara. Sus hijos: María del Socorro, Antonia Marina del Divino Redentor, Esperanza, Héctor Antonio y José Alonso.

De Yumbo recuerda los caminos de la infancia, cuando eran caminos de herradura. 

Desde la edad de 7 años los transitó al rigor del trabajo temprano, alzando agua en latas que recogía en el río Yumbo para venderlas a quien podía comprarle en el pueblo a centavo el viaje.

A «lomo de mula» recorría las fincas de Piles, cogiendo café, al vaivén de sus rezos ancestrales evocaba sus antepasados en la pequeña capilla de San Sebastián.

Integrándose a las diferentes «mingas» domingueras lideradas por el sacerdote Fray Peña, cuando en 1935 inició la terminación del templo del señor del Buen Consuelo, que se concluyó en 1939.

Su juventud trascurrió en el duro trabajo, entre las aguas del caudaloso río Yumbo, rodeado de arrayanes y guanábanas, custodiadas por grandes rocas amarillas que se utilizaban para lavar la ropa de las mujeres que contrataban el servicio, entregando piezas impecables y bellamente planchadas.

También, recuerda, cuando prestaban el servicio del rallado de la yuca a domicilio. 

Esta actividad se convirtió en la principal faena laboral, pues nos pagaban entre dos y cinco centavos por carga de yuca rallada a la semana y a veces rallábamos de tres a seis cargas.

A Yumbo venía mucha gente a comprar el almidón, especialmente cuando llegó el tren a Yumbo en 1914, ya que era de excelente calidad y era utilizado para la producción del pandebono, pan de yuca, bizcochuelos, que se vendían al paso del tren de pasajeros, indica María Antonia.

Al pasar los años, cuando se convierte en madre, comprende que la lucha por la vida tiene nombre propio: sus hijos, quienes fueron educados con grandes valores y principios religiosos.

En adelante su aporte a la sociedad yumbeña se caracterizó por su trabajo y por una gastronomía exquisita, a base de los diferentes platos que preparaba, como el champús vallecaucano, envueltos de choclo, tamales, desamargado y en especial la masa de maíz vendida cada día en el mercado de Yumbo, para el sustento de su familia ejemplar.

Texto: Hernando Cortázar Sepúlveda.

Derechos Reservados

Museo San Sebastián de Yumbo.

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