El pasado 16 de noviembre se llevó a cabo el Conversatorio Abuelas, conocimientos y prácticas tradicionales de cuidado en el marco del programa Estímulos 2021 del Ministerio de Cultura.
Dicho evento estuvo presidido por el equipo de trabajo del Museo y por abuelas que hacen parte de la Asociación de Grupos de Adultos Mayores de Yumbo (AGAMY).
Esta actividad, enfocada en generar diálogos de saberes entre las mujeres de nuestro municipio entorno a temas como la salud, la crianza, los juegos tradicionales, el embarazo y la lactancia.
Dio como resultado un rencuentro con lo que fuimos como familias y como sociedad y el paso de los años hasta nuestros días.
Así como la reivindicación del lugar de la abuela en la historia personal de las participantes y en la historia de la sociedad. Cabe señalar que las prácticas tradicionales de cuidados son acciones que se trasmiten de generación en generación y que a su vez empiezan a tener algunas variaciones con la incursión de la ciencia, la tecnología, la medicina.
A continuación, compartiremos algunos apuntes interesantes sobre los temas señalados, queremos invitarles a recordar ese Yumbo de antaño, por allá a principios, mediados del siglo XX, época en la cual se desarrollan las historias que leerán seguidamente.
El Matarratón y la vaca
Cuentan nuestras abuelas que las enfermedades más comunes por aquel entonces en los niños y niñas era “el sarampión, la viruela, la tosferina, había el médico del pueblo, era el que sabía un poco más y él atendía con todos los protocolos”.
Una de las participantes indica: “A mí me dio tifo, la papera, la viruela, el sarampión, en esa época se usaba para eso el matarratón, el paico”.
Otro, expresa otra abuela era el “problema de las lombrices, a uno le mandan ahora un purgante, pero no cualquier tipo de purgante, por esos tiempos le daban a uno unos aceites de purgantes que sabían horrible horrible, y salían las lombrices vivas”.
“Cuando nos daba el sarampión o algo para poder que lo curaban, cogían el estiércol de la vaca con leche y uno se tomaba eso, al final, uno se curaba, porque nunca más le volvía a dar”.
“A mi una vez me dio piojos, y entonces decía la vecina que había que llevarlo a uno a una marranera, allá me llevaron y me pusieron a revolcarme en el estiércol del cerdo, eso se me hizo un pegoste en la cabeza».
Siguió contando que, «después de 30 minutos me metieron al baño y trataron de quitarme eso, aunque casi no me lo puedo quitar, después de eso medio se me quitaron”.
En el embarazo algunas familias “contrataba a una persona para que hiciera la comida, no todo el mundo metía la mano, era una sola persona la que se encargaba de cocinar».
Mi mamá ahumaba los pañales. Los niños y niñas se enchumbaban, se amarraban entre telas de algodón durante el periodo de la dieta, los brazos y todo el cuerpo se amarraba bien, decían que para que los niños crecieran con los huesos de los pies derechos.
El embarazo y las dietas
La alimentación en la época del embarazo para las mujeres se “procuraba que fuera la mejor, decían que las mujeres tenían que comer por dos, después que la mujer tenia el bebe.
Tenía que comer «durante 40 días, sopa de gallina que las empezaban a criar cuando la mujer estaba en el embarazo” nos cuenta otra de las participantes.
Durante el embarazo: “además de sus oficios en la casa, las mujeres bordaban, tejían, cosían, pero hasta el séptimo mes porque el frio de las agujas les hacía daño”.
“La mayoría de los partos eran en casa atendidos por la partera. Si de pronto se complicaba eran llevadas a la clínica y si era que tenía modo económico.
Se les daba agua de hierbas tibia para que la criatura saliera bien. Se bañaban con hierbas que era para purificar el cuerpo.
Después del parto durante 40 días no salían de la habitación, todo el tiempo encamadas, no les podía dar el viento, ni la brisa, no se podían serenar, se cubrían la cabeza con una pañoleta y se colocaban algodones en los oídos.
La limpieza corporal era con agua de hierbas tibia, colocaban un platón al sol que la calentara y estregaban las plantas y con esta se limpiaban, no les podía faltar el sancocho de gallina.
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El último día de la cuarentena, les hacían un chocolate con ojo de vaca, les hacían un sahumerio y las hacían pasarse sobre este humero varias veces” nos relata otra de las abuelas.
En relación a la lactancia: “consistía en dar pecho a los bebes, había que hacerlo de manera muy recatada, alejadas de la gente y tapadas con una mantilla. Había mujeres que eran buenas lecheras, a estas no había que darles nada.
A veces hasta les traían los hijos de alguna vecina o parienta que no podía lactar o que hubiera fallecido, las que les bajaba muy poco en las farmacias vendían un jarabe para que bajara la leche.
Igual les daban aguapanela con cascara de maduro para incrementar la producción de leche, a algunas las bañaban con agua de lluvia con alcohol, en otros casos les daban leche de vaca en teteros”.
Frente a las relaciones familiares, “cuando la familia se enteraba que la mujer estaba en embarazo, lo primero era que se tenia que casar si no estaba casada».
Los noviazgos eran muy diferentes, en una visita estaban los padres en la sala poniendo cuidado de lo que se hablaba, lo que se hacía. En la sala, los novios estaban a mucha distancia, no podían estar juntos”.
Otra de las participantes nos cuenta: “yo me case joven, un día ese joven le dio por irme a dar un beso y mi mamá se metió y lo saco a golpes, ella fue muy celosa y muy fregada. En ese caso, uno no se casaba porque quería, sino por salirse de esa situación, pero salía peor…”
Juegos de antaño
En lo referente a los juegos y cantos escuchamos tres abuelas con vivencias diferentes en relación a su infancia y este tema, el primer relato nos cuenta:
“Mi niñez fue difícil, fue con un pedazo de peinilla que mi papá me levantó cuando no hacia las cosas bien, cuando me toco aprender las responsabilidades de la casa tenia 6 años, cuando empecé a cocinar.
Mi padre era el que me enseñaba estas cosas, mi madre salía a trabajar porque tenían una finca de café. Yo no tenia día libre, no había un domingo de descanso, recuerdo una vez que estaba trabajando.
«Yo me encontré una muñequita (no tenía juguetes), y me fui a contarle a mi papá que me había encontrado un bebe, entonces cogió mi papa con la peinilla y me desapareció la muñeca”.
“Jugábamos al cojín de guerra, la lleva, la rayuela, el lazo, los dados, las bolas, al escondite, eran juegos sanos, los que siempre jugábamos; eso era lo que los padres le enseñaban a uno para que jugara, eran juegos sencillos y muy bonitos”.
“En esta época se compartía mucho en familia, porque no había tanta tecnología, las familias se sentaban en la casa a tomarse un chocolate, a jugar, había unión familiar, respeto, obediencia”.
Otro de los temas abordados fue la crianza, nos cuenta una abuela: “Mi crianza fue excelente, yo me quedé con los abuelos, me criaron muy bien, con esa educación yo crie a mis hijos, ellos ahora trabajan, dependen económicamente de ellos.
Mi niñez fue muy buena, nosotros fuimos criados con muchos valores, especialmente espirituales, nunca nos falto la misa, cada uno tenia un reclinatorio especial; las procesiones, las niñas iban por un lado y los niños por otro. Eso lo fue formando a uno”.
Aunque las experiencias de cuidados y crianza para todas fueron diferentes, compartían elementos sociales, relaciones de género, estereotipos, comunes. Uno de los mayores cambios que relatan las abuelas entre lo que fue antes y es ahora, tiene relación con la atención en salud.
En el conversatorio también se celebró el cumpleaños de la señora Isaura Saturia Murcia Sepúlveda quien cumplió cien años el 4 de diciembre del año en curso. Igualmente, se compartió un refrigerio tradicional de la cocina vallecaucana: el champús con empanadas y ají.
El evento cumplió con las medidas de bioseguridad por la actual pandemia.